lunes, 2 de abril de 2007

1 DE ABRIL: MARCHA CÍVICA AL «CAMPO DE LOS ALMENDROS»

Allí estuvimos. Fue una marcha cívica y testimonial, pero también un clamor republicano y una presencia contra la amnesia de nuestro tiempo. Una auténtica riada humana alicantina y venida desde diversos puntos de la geografía, varios miles, quisieron rendir homenaje a los últimos republicanos atrapados en la última tierra en caer antes de la arribada de los tiempos de la miseria definitiva. Hicimos el mismo recorrido aunque por un paisaje de viales muy diferente al de sus originarios al que honrábamos con la presencia y el recuerdo, y a diferencia de éstos con alegría contagiosa de una mañana de domingo soleada. El sol rompía en espejos contra las aguas de la bahía, las mismas aguas que contuvieron la marea humana de dignos luchadores antifranquistas por la República legítimamente constituida, y que a la vana espera de barcos enviados por las potencias que nunca llegaran a Puerto, les llevaron al desespero, a la impotencia, al comienzo de otra amarga historia. La concentración partió de la bocana del Puerto y enfilamos la playa del Postiguet para proseguir hacia la Goteta por la Avenida Denia hasta arribar al mismo Campos de los Almendros en el que Max Aub no dejó de testimoniar este último capítulo de la ignominia del pueblo español, sin haberlo pisado nunca pero consciente del peso de la épica de la resistencia allí condensada y reproducida por terceros informantes de viva experiencia. Miles de prisioneros republicanos, custodiados por militares nacionalistas llevados hasta esos campos en flor que se volvieron desesperación antes de dar lugar a la muerte, al envío a otros campos de concentración de la provincia o a cárceles más umbrías. No hay rastro de aquellos almendros y apenas un descampado asediado por el mal del hormigón de nuestro tiempo testimonia el lugar exacto de la última tragedia de nuestro pasado común. Sin embargo, lo nuestro fue festivo y alegre, el de una marea de miles de ciudadanos acudidos hasta allí para reconocernos en la libertad y celebrar el tamaño del sacrificio de nuestras antepasados, que no fue en vano y que estamos dispuestos a seguir llevando ese frágil testigo. Una pancarta bien lo advertía: “No hay dos sin tres: Por la III República”. Curioso el que de entre aquellos campos con almendros en flor hoy miles de penitentes consumistas se entreguen a diario al frenesí de su acto favorito acudiendo a esos dos centros comerciales que en sus extremos desafiantes flanquean el antaño campo de los almendros, ignorantes voluntarios del espacio que ocupan. En pleno campo de los almendros el cibernauta se topa con ese singular teatrero y animador cultural de la ciudad que es Juan Luis Mira, y nos cuenta cómo de niño con sus amigos se escapaba desde la barriada del Pla a jugar a estos campos todavía repletos de almendros pero sin tener la menor conciencia de la historia enterrada en el suelo que servía para sus diversiones infantiles porque un manto de silencio cubrió la tétrica postguerra española, nos cuenta su ilusión de representar algún día su obra teatral Mar de los almendros, ganadora del Premio Kutxa de Irún en 2001, testimonio de ese espacio que ocupamos, y la lleva orgulloso bajo su brazo, y de seguro que por su incombustible obcecación algún día más bien pronto los alicantinos tendrán la suerte de ver representada esa necesaria recreación teatral de tan tétrica historia. Inolvidable el testimonio público de Ángeles Rubio, superviviente de aquella catástrofe humana y embarcada felizmente en el Stanbrook a diferencia de los desdichados que no pudieron subir a ese u otros barcos que nunca llegaron y que quedaron atrapados por el muro de contención del mar. Las palabras de Marcos Ana, en la distancia porque se le murió un colega de aquellas desdichas, el poeta que desde esos campos en flor partió al campo de concentración de Albatera, del que logró escapar para ponerse en manos de la causa antifranquista antes de ser pillado y penar con 24 años de su vida en cárceles por el solo delito de defender la libertad. Nos habló, llegado desde Francia, Rodolfo Llopis, el hijo del político, y el incombustible Cerdán Tato con su verbo incendiario. (En el recuerdo del cibernauta emerge ahora aquel singular acto por el que en su sesenta aniversario la Universidad de Valencia, con su rector Pedro Ruíz a la cabeza, rendía homenaje en el Paraninfo de la calle de la Nave a los brigadistas internacionales supervivientes allí presentes venidos de todas las partes, poniendo la carne de gallina y haciendo tremolar a cuantos acudimos.) Seguro que los diarios y telediarios no lo contarán pero, ese domingo 1 de abril de 2007, éramos un torrente humano y no había ya almendros en flor, pero ése fue nuestro modesto homenaje a aquellos últimos resistentes antes de que el país se cubriera con un manto de olvido y roña moral. Seguro que, de entre los cimientos, volverán a florecer de la nada, y estaremos ahí para volver a recordar, a tomar las calles y a sonreír cómplices como si el mundo se inaugurara de nuevo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Bienllegado a la blogosfera, Virgilio. Se agradece mucho otro relato de pequeñas realidades que diarios y telediarios no sabrán contar, seguro. Muy buena la imagen. Ádelante con tu Archipiélago Red... Un abrazo.

Anónimo dijo...

Qué bueno saber que también por este medio te leemos, compañero.

Desde Valencia, va un abrazo grande

Te seguiré por aquí

q.

Anónimo dijo...

eres un fenómeno Virgilio, un fenómeno. un abrazo