lunes, 29 de octubre de 2007

VIDA Y MUERTE SOBRE EL ESCENARIO

Muere-T de Cristina Fernández; compañía Crisis TD/Teatre de l’Ull; intérpretes/bailarines: Cristina Fernández, María almudéver; Yessica Pons, Raquel botí, Juanjo Benavent, Josep Zapater, Noelia Pérez; coreografía: Cristina Fernández; dirección: Pep Ricart; espacio escénico: Assad Kassab; iluminación: Víctor Antón. Teatro Arniches, 26 de octubre.
En torno a la muerte y su vaciado de todo sentido trágico y finito se estructura esta pieza de teatro-danza, bajo la intención de superar toda clase de tabúes en una sociedad que la teme y esquiva por todas partes. A partir de cuadros coreográficos creados por la autora del espectáculo, Cristina Fernández, avanza un montaje que en su factura global se deja ver suficientemente pero que muestra un manifiesto desequilibrio entre el aspecto coreográfico y el dramatúrgico al quedar eslorado hacia el primero y no conseguir integrar tanto la acción dramática y la palabra en el escenario. Sugerentes son ciertos cuadros coreográficos y momentos concretos de tensión dramática bajo una dirección correcta en todo momento de Pep Ricart pero en ningún modo brillante por haber podido sacar más partido escénico al asunto que convoca el montaje, incluido una resolución escénica correcta pero no brillante. Muy destacable es la excepcional voz de la protagonista, en realidad comodín del espectáculo completo. Una propuesta, en definitiva, interesante pero a la que le falta brillo resolutivo bien que haya buen hacer sobre el escenario.

lunes, 17 de septiembre de 2007

XX MUESTRA DE TEATRO AMATEUR ALICANTE A ESCENA 2007

En el pistoletazo de salida de la temporada escénica alicantina, como cada año con la llegada de septiembre, parte el más madrugador de sus festivales, 'Alicante a Escena', que inyecta adrenalina a los contados escenarios de la ciudad.
En esta ocasión, las compañías seleccionadas fueron Clavos. Conservatorio Superior de Danza con su propuesta Clavando Clavos, un espectáculo de teatro-danza en el que pesa en exceso el trabajo de taller semejándose más de lo deseable a las pautas académicas desde las que parte bien que su resultado sea limpio, con corrección envidiable en un baile cuidado y sin que destaquen en especial bailarines-actores, sin embargo tiene en su haber una dicción correcta poco frecuente en bailarines de danza contemporánea. Trabajo sensible en el intento de plasmar la relación amorosa entre dos seres, pero que por falta de experiencia queda abocado a momentos de gran obviedad y exceso sin nada que decir y menos que contar. Pero con momentos puntuales intensos y de originalidad escénica, tal cual lo entendió el jurado entregándoles el Tercer Premio al Mejor Montaje.
<>Le siguió una malograda puesta en escena del Teatro Universitario Clásico por esta edición dedicada a la tragedia de Eurípides Ifigenia en Áulide, en dirección invitada de Charo Amador. Una puesta en escena limpia y sugerente pero sin la brillantez acostumbrada de sus excelentes resultados anteriores, con personajes estáticos, interpretaciones planas, y sin la menor fuerza de un texto carente de vida y credibilidad alguna, es decir, con una dirección pobrísima, sin el menor recurso dramático. Resultó todo demasiado plano, estático, sin expectativas ni conflictos, mal resuelto ante la ausencia de cualquier pauta actoral y mala dicción y en ningún momento el decir se llenó de la carnalidad de las situaciones. Es cierto que, como es habitual en el grupo, se sacó partido a las virtudes bailarinas y musicales de sus integrantes pero sin gran aprovechamiento escénico. Es éste un peligroso paso atrás de una compañía que, en un lustro, ha cosechado importantes éxitos estéticos y dramáticos con muy pocos recursos. La única actriz que destacó un tanto fue Ariana Martínez en su papel de Ifigenia.
<>De Alcoi, el Teatre Circ representó el texto de Ximo Llorens La lluna sobre el mar, en un duelo interpretativo entre Marcos Cantó y Enric M. Piera. Teatro de temática rabiosa y actualísima como el encuentro entre un argelino de raíces hispanas y un valenciano en el transbordador de la ruta Orán-Alicante, en medio del mar sincerándose sobre ambos mundos con aspectos realmente claves de nuestro tiempo pero que en su final se vuelven un tanto tópicos en su resolución. Una cuidada puesta en escena a la que le falta fondo sonoro que ubique, pero con una notable interpretación, bien que el valenciano de acento marroquí que interpreta el personaje argelino no resulta del todo entendible en el patio de butacas.
<><>Procedente de Elche, la Compañía Clásica de Comedias se atrevió con un Ibsen, el de Un enemigo del pueblo nada menos. Una puesta en escena que, sin ser brillante, se resuelve con corrección, pero que tiene momentos resolutivos excelentes como la asamblea utilizando el patio de butacas y parte de los palcos. Buen trabajo actoral de los protagonistas, aunque pesa en exceso la pautación escolar de Antonio Chinchilla, su director y protagonista; quizá un tanto más contenido y con mayor fuerza expresiva es la interpretación de Joan Fabrellas en el personaje de alcalde, y así lo entendió el jurado al concederle el Premio a la Mejor Interpretación Masculina, al tiempo que en este montaje recayó el 2º Premio a mejor obra. Lástima que el exceso de esquematismo de escuela y una pautación gestual excesivamente monótona por parte de su director lastre toda la propuesta.
<>La compañía de Torrevieja Marco Davó propuso El puesto, un texto de Fulgencio M. Lax excesivamente imitativo del Arrabal de Pic-Nic en campaña, a la zaga de una imitativa estética del absurdo entre Ionesco y Gila. El mayor problema con que se encuentra el montaje es precisamente el de un texto plano, sin avances sino los consabidos, que no levanta el vuelo ni ningún tipo de conflictos en ningún momento, que resulta tan esquemático como sus personajes, porque para ese viaje de pretender hacer un alegato a favor de la paz no hacían falta tales alforjas. Interesante resultó el trabajo de luces y la construcción de un espacio escénico que sin embargo el telón pintado de fondo pifiaba la iniciativa. Destacable la interpretación dual de los dos actores por su natural hacer y su pautado desarrollo, pero pudieran haber llegado más lejos acabando de estirar la situación propuesta a partir de una dirección que hubiera apostado por pasar a los personajes a través del clown.
<><>Por su parte, la compañía de El Campello Almadraba presentó a su cantera juvenil con una versión escénica firmada por Paco Sanguino de El enemigo de la clase de Nigel Williams (según programa apropiado indebidamente por el dramaturgo alicantino). Un montaje contextualizado en la violencia de las aulas y protagonizado precisamente por jóvenes adolescentes en excelente dirección de Gloria Sirvent. A través del mobiliario de los pupitres, Sirvent es capaz de generar espacios escénicos diversos, con atmósferas muy variadas en las que las luces juegan un papel importante. Si bien la presencia de 13 adolescentes actores obliga a una inevitable irregularidad actoral en la que no destaca nadie y se evidencia la falta de madera escénica en estos primerizos actores, el buen hacer resolutivo de situaciones y pautas dramáticas resuelve con suficiencia una obra que ya es un clásico de los escenarios valencianos. Así lo entendió el Premio del Público al ser la más votada, del mismo modo que (¡increíble coincidencia!) el del jurado que le otorgó el de Mejor montaje.
<>La compañía invitada para la clausura y entrega de Premios, fuera de concurso, fue Teatre Elisa con la representación del texto de Joan-Lluís Moreno Els díes de la nit, bajo dirección de Rafa Hernández. Un acercamiento delicado y sensible a la vejez y la desmemoria al final de la vida en un texto sin más pretensiones que mostrar naturalistamente la realidad en una pareja de ancianos abocados al final de sus vidas a una soledad palpable. Destaca una caracterización camaleónica de Tomás Mestre en un anciano desmemoriado a la que le hace réplica una Neus Agulló muy dotada para este tipo de papeles de corte naturalista. Una sencilla puesta en escena con una excelente interpretación dual en lo que es una pieza delicada pero a la que sin embargo no se le ha sacado todo el partido que debiera una dirección a la que le faltan pautas y tratamiento corporal de actores.
<><>Por su parte, reseñable es que el Premio Especial de esta edición recayera en el estudioso del teatro Jaume Lloret, exponente singular de investigador y husmeador de archivos históricos teatrales que ha reconstruido la historia de los últimos siglos del teatro alicantino como sin duda ninguna otra ciudad española tiene, todo un lujo que había de valorarse por el componente de testigo histórico para futuras generaciones. Toda una labor solitaria de largos años que ahora tiene su merecida recompensa pública por lo mucho que ha alumbrado la historia teatral de la ciudad.
<>El domingo se realizó el que comienza a formar parte de la muestra ‘Poemario,’ con un Teatro Arniches lleno para escuchar el recital musicado ofrecido por diversos actores y completado por el poeta órfico Juan Carlos Mestre, sin duda el mayor recitador de poesía propia del país, con su potente discurso ético y cívico entremezclado con el buen decir al tiempo que se acompañaba de su inseparable acordeón, una fiesta de la palabra dicha sin duda imposible de olvidar para quienes tuvieron la fortuna de asistir a la tremolosa palabra del poeta leonés. Una velada de las que suceden en contadas ocasiones por la entrega de todos los protagonistas participantes con sus voces acompañadas de una excelente pareja de música con guitarra y flauta que le iban a la zaga, bajo dirección del siempre riguroso Andrés Vinaches. Una muestra, pues, que se crece anualmente.
<><>Curioso resulta el hecho de que Alicante a Escena en los últimos años haya pasado desde un teatro casposo, acartonado e ingenuo representado por las Casas Regionales como fue lo típico hasta hace unos años, en favor de un teatro de repertorio e incluso contemporáneo, atrevido en sus propuestas con nuevos autores o autores prometedores firmando sus textos, incluso inmiscuyéndose el delicado mundo de la danza contemporánea, en lo que resulta una clara apuesta por los jóvenes que tienen ganas de abrirse camino en el difícil mundo del espectáculo teatral. En los últimos años llevamos asistiendo a la salida desde este evento de innovadores espectáculos que mezclan teatro-danza, o incluso experimentos escénicos en sus diversas vertientes nada propios de un evento de este tipo y que dicen mucho de las pocas posibilidades de divulgar lo creativo que posee la ciudad. No son pocos los pasos hacia adelante dados por Alicante a Escena en los últimos años, pero todavía falta el verdadero compromiso entre políticos-programadores de la provincia que le ofrezcan el impulso definitivo al ser capaces de hacer girar lo que sale avalado por un jurado cada vez más prestigiado de este singular concurso escénico. La anomalía teatral de la ciudad impide grandes alardes teatrales, pero el hambre escénico se ve compensado con compañías que muestran su quehacer venidas desde Torrevieja hasta Alcoi, y a las que les sigue fallando la gestión pública una vez más pues Alicante a Escena debería ser trampolín para quienes no tienen otras expectativas a lo largo de una temporada y a los que les refrenda un buen hacer bien que sea en el esquilmado sector no profesional. Espacio, pues, para la experimentación y para la consolidación de una profesión teatral, no deja de ser preocupante que continúen fallando programadores y políticos ante la desidia cotidiana de lo que es una labor de base de primer orden, cantera donde las haya que alimenta el teatro profesional. Sólo en el momento en que la cadena se complete con el trampolín que supondría la gira por la provincia de las compañías refrendadas por público y jurado de Alicante a Escena, podremos decir que el teatro alicantino habrá dejado de estar enfermo.

jueves, 21 de junio de 2007

El universo está en la noche

El universo está en la noche de Juan Carlos Mestre. Madrid: Editorial Casariego, 2006.
Juan Carlos Mestre es uno de los poetas más destacados del actual panorama poético español, bien que el club selecto de la oficialidad lírica le haya denegado el pan y la sal por no cantar al son que toca, como ocurre con un grupo de autores de muy diferentes tendencias, en realidad cuantas voces resultan fundamentales para (entender) nuestro tiempo. El caso de Juan Carlos Mestre es el de una poesía órfica y épica que hunde sus raíces en la tradición al tiempo que renueva formalmente el lenguaje.
El universo está en la noche es una cuidadísima y esmerada edición en la que Mestre versiona los mitos de la cosmogonía indígena precolombina azteca y maya engarzada certeramente dentro de una fidedigna reproducción de destacados códices de este pueblo indígena, trazando una dialéctica singular en el actual panorama poético (entre el pasado precolombino y su escritura presente). Culmina el proceso poético con unos acertados comentarios de Miguel Ángel Muñoz Sanjuán, editor literario del libro, para el lector curioso que quiera abundar en esa rica cosmogonía antigua y sacarle mayor partido al poema. Sin traicionar la vasta mitología precolombina, Mestre es fiel a su mundo onírico y surreal al que le aporta una mirada personal en una simbiosis más que cargada de aliento lírico, tanto en las metáforas que condensan aquel mundo desaparecido, en los periodos oracionales yuxtapuestos, en las reiteraciones como en una representación lírica de los elementos cosmogónicos. Reutiliza toda esa vastedad intertextual como flores, maíz, águilas, jade, jaguar... para uso propio sin desvirtuar el sentido originario; y ni que decir tiene que genera verdaderas joyas compositivas basadas en los cantos náhualts y mayas como el de la página 35 (“sólo vinimos a dormitar...”), el de la página 60 (“Los que pasamos frío...”), el de página 63 (“Sino bebía corazones...”) o el de la 126 (“Aunque fuera piedra preciosa”) por poner unos ejemplos. Mestre compone intrépidas imágenes surreales de nuestro tiempo pero con el aliciente de quedar adscritas al mundo originario del que surgen, reproduce (es decir, vuelve a componer) con tino certero el aliento poético elegíaco de la poesía náhualt en un ejercicio que se nos antoja singular en este presente del todo vale. Además, adobado con su particular visión plástica en la que el ojo lector engaza el poema.
Desde luego Mestre recupera algo tan necesario en el senil panorama poético presente como es el gusto por la poesía y el cantar frente a un contar bastardo cotidiano (bien que éste —frecuentemente— lo transforme en el otro de acuerdo con su cosmogonía originaria). Una poesía que recupera el sentido fundacional de la creación, muy necesaria para reubicarse en el actual y putrefacto panorama poético español precisamente porque se hace necesaria una refundación que deje las cosas en su sitio. Por eso los siguientes versos no dejan de aportar significatividad añadida en el momento en que es publicada esta joya poética: “Cuando dejas de cantar el pájaro burlón, el abismo es el destino de todos los que mueren” (26), perfecta concepción del canto náhualt de las culturas antiguas anteriores a Colón, pero acaso más necesaria que nunca en tiempos de bastardeo y sustitución del contar por el cantar en los más diversos discursos de nuestra realidad contemporánea, incluido y sobre todo el poético. O como en otro verso dice el poeta: “Soy el cantor, vengo de la casa de las delicadas mariposas. / [...] Sólo venimos a llenar un oficio en la tierra, oh amigos, / también yo he de irme cuando las flores mueran.” (41). A ver si se enteran capitostes poéticos actuales que eso lo cantó un poeta anterior a la llegada del hombre blanco a América pero sobre todo lo vuelve a cantar Mestre, en este presente de nuestro tiempo de palabras casquívanas y prescindibles, un poeta tembloroso que ya no (afortunadamente) emociona sino conmociona (como debe ser). Es pues que esta edición lujosa (por lujo material y por excepcional en nuestro panorama poético, al integrar imagen y palabra como pocas) está destinada a una función destacada para quien involucrado en las lides poéticas actuales deje de mirar para otro lado. Una joya para leer pausadamente y saborear como bien merece. Una placer inmenso, pues, lleno de sensualidad, sabiduría y recreación poético-histórica que irrumpe en éste nuestro tiempo para obligarnos a re-pensar el hecho poético.

XVII MOSTRA DE TEATRE D’ALCOI

(III)
El sábado 16, día de clausura de la Mostra, apenas pudimos ver los dos últimos espectáculos que pasamos a comentar.
Por su parte, Cabaret Cartagena firma el espectáculo de cabaret-circo La trouppe Malabó, ofrecido en el caluroso patio de la Plaça de Dins, con pretensiones ser servido a toda clase de públicos pero de una simplicidad apabullante, aburriendo al variado público allí congregado a pesar de la vistosidad de la vestimenta y de las pretensiones clownesca de un espectáculo que tiene mucho de ingenuidad y entretenimiento sin mayores gajes de oficio. ¡Qué triste no arrancar apenas risas unos clowns!
El broche final lo puso la alcoyana Sol Picó con su compañía de Danza que cerró la Mostra con el estreno de su nueva producción La prima de Chita, un alarde de creación a la altura de esta bailarina y coreógrafa. Tienta diferentes lenguajes escénicos, desde coreografías muy creativas, teatralidad escénica, una música originalísima y muy variada según los números. Si Tarzán de los monos pertenece a la creación de la era colonialista cuando llega a su fin, bajo el título de La prima de Chita Picó se plantea, vistas las cosas en la tierra, el colonialismo espacial de un nuevo planeta jugando con metáforas muy potentes de la huida hacia lo desconocido, con muchos puntos de irreverencia y onirismo en su viaje, humor ácido, irreverencia y sobre todo creación surreal desmedida en un espectáculo que, jugando en casa, se metió a sus paisanos y a gente del mundo del teatro en el bolsillo con su joven compañía de bailarines. Todo un alarde de creación que tiene a Barcelona como epicentro, para desgracia de la tierra que le vio nacer y crecerse como artista. Aun no siendo nadie profeta en su tierra, su prédica hoy tiene la referencia de ser ya una de las más creativas bailarinas del lenguaje corporal contemporáneo, aspecto que una vez más la cultura catalana ha comprendido perfectamente para hacer de ello su bandera. Y no de otro modo podría entenderse una producción que no para en recursos, incluído un singular títere gigante de gran belleza y expresividad en la coreografía final. Sol Picó vuelve a brillar con luz de genio propio en este nuevo espectáculo. Un derroche de imaginación puesto al servicio del lenguaje más contemporáneo del movimiento corporal.
El tradicional Premio de Teatro Ciutat d’Alcoi fallado durante esa noche de cierre recayó por esta edición en la autora catalana Marta Buchaca en una obra, Plastilina, que aborda la violencia en la sociedad actual.

lunes, 18 de junio de 2007

XVII MOSTRA DE TEATRE D’ALCOI (II)

La tercera jornada de la Mostra de Teatre d’Alcoi, viernes 15, congregó el estreno de —entre otras— L’infern de Marta producida por la compañía local La Dependent. Una obra firmada por el dramaturgo valenciano Pasqual Alapont que pretende abordar el asunto de los malos tratos entre parejas a través de una joven relación entre dos estudiantes, y cuya perspectiva es la idealización femenina del enamorado quedando atrapada en una red de sentimientos de los que no logra escapar. Puesta en escena efectista, práctica y resolutiva, en una interpretación correcta con actores ajenos a esta histórica compañía alcoyana, y dirección correcta pero discreta de esa gran directora que es Gemma Miralles. El autor del texto sigue descendiendo por esa vertiente elegida personalmente (sin necesidad alguna después de firmar otros clarividentes) de entrega a un teatro facilón, adolescente y consumista, con buenas dosis de sentimentalidad tópica para abordar un problema tan profundo en nuestras sociedades contemporáneas como es el de los malos tratos domésticos, quizá porque la simbiosis entre compañía y escritura le resulte ventajoso económicamente pero desde luego sin mayores pretensiones que las de llenar patios de butacas de estudiantes aborregados. No se puede negar la profesionalidad de una puesta en escena con ciertas dosis de buena armazón estructural y una también audaz composición estructural del texto, pero desde luego la ligereza de una comedia que acaba en tragedia, precisamente por su actualidad temática, no reporta más que superficial barniz social a una de las problemáticas de mayor preocupación en estos tiempos de violencias domésticas escondidas en las vidas cotidianas.
Por su parte, Ornitorincs pone en escena Mala ratxa. Glengarry Glenross de David Mamet, la sátira sobre el negocio inmobiliario que firmara en 1983 —por la que consiguiera el Pulitzer— y que tanto tiene en común con El Método Grömholm de nuestro Jordi Galcerán. En el escenario un duelo interpretativo de emblemáticos actores valenciano, el aliciente de ser dirigida por el actor Carles Sanjaime, y la propuesta de unos de los grandes de la dramaturgia contemporánea con un asunto de vital importancia y vigencia en nuestra sociedad: el ramplón mundo de los negocios y la inhumanidad condensada en personajes convertidos en villanos con tal de cumplir objetivos laborales, víctimas del sistema capitalista. Una propuesta espacial de Javier Quintanilla que, sin ser deslumbrante, es correcta, y a la que no se le saca todo el partido que debiera, una dirección actoral de Sanjaime también correcta pero excesivamente plana, sin sacar todo el partido que debiera a tan destacado elenco actoral, y que no acaba de entender la importancia impulsiva y rítmica de los ágiles diálogos del dramaturgo norteamericano. Así, vemos a un estupendo Pep Ricart muy metido en su papel con aspavientos y gestos que desvelan mucho más que sus parlamentos, a un Miguel Ángel Romo desarmado y disminuido de recursos en la tarea de construir a un jefe de oficina, a un Sanjaime interpretando a un vendedor muy seguro de sí mismo correcto, o a una Galotto también correcto, pero a una María Poquet actuando como policía en busca de pesquisas desarmada actoralmente sin estar a la altura de las circunstancias; cada quien componiéndoselas como puede sin unidad interpretativa. Sanjaime no saca todo el partido que debiera al espacio escénico y mantiene situaciones excesivamente estáticas sin resolución alguna. En cualquier caso, no deja de ser una gozada en los tiempos que corren ver sobre el escenario una obra de este cariz por su vigencia, y reconforta la sutilidad de los diálogos mametianos en una versión valencianizada que uno no tiene claro del todo su eficacia al confundir al espectador con terminología no asequible mientras en otras ocasiones sí se hace local la historia con ejemplos de la ramplona especulación urbanística de nuestra costa. Un montaje con claroscuros pero que no deja de mostrar la singular apuesta de esta joven compañía.
Por su parte, Germinal Producciones apuesta por la obra de Joe Penhall Unes veus. Una propuesta de la que cabe destacar sin duda una cuidadísima puesta en escena a partir de un espacio escénico desnudo con apenas utensilios a los que sacan un gran partido dramatúrgico, la proyección sobre fondo de paisajes creando ambientes interiores y exteriores excelentes, una luminotecnia precisa y un espacio escénico sobresaliente en suma. La interpretación actoral y dirección de actores por parte de Marta Angelat es excelente. Sin embargo el texto resulta demasiado hinchado y demorado para una trama ágil y con perfecto ritmo pero que llega a cansar al espectador. La historia de cinco personajes con sus problemas cotidianos y sombras, con el trasfondo de la enfermedad mental como abismo al que nuestras sociedades están abocadas es un tanto confusa por la cantidad de ingredientes que condensan sin acabar el espectador de obtener un objetivo preciso. En cualquier caso, una factura de desmedida profesionalidad escénica y clara vigencia.
El broche de la noche lo puso Xavi Mira en la Plaça de Dins con un musical titulado Tupperware d’amor. Acompañado de músicos, el actor alcoyano se arranca con la más desconocida de sus facetas como cantante de clásicos americanos y temas jazzísticos que sorprendieron al público por la alta cualidad de su voz en una muy grata velada. Jugaba en casa y triunfó.

jueves, 14 de junio de 2007

XVII MOSTRA DE TEATRE D’ALCOI

Ayer miércoles 13 dio comienzo la cita anual por antonomasia del teatro valenciano, que avanza la programación de la próxima temporada. A más del tradicional punto de encuentro entre profesionales del sector con los más diversos stands publicitarios de los diversos sectores teatrales, compañías y organismos, tuvo lugar un espectáculo de Ballet español y la actuación de compañía brasileña Duoanfibios para público infantil con una versión del mítico poema de Gilgamesh que no pudimos ver.
El maestro de la dramaturgia escénica Antonio Díaz Zamora se arranca con una versión de Las sirvientas de Genet producida por Zircó dándole la vuelta a la tortilla a tan trajinada historia con la representación de la famosa relación ama/criada con personajes exclusivamente masculinos, forzando así su sentido en claro gesto contemporaneizador de lo escrito por el autor en los años 40. Díaz Zamora lleva a cabo una propuesta atrevida con excelentes resultados interpretativos del dúo actoral y escénicos en un producto que a pesar suyo y del atrevimiento quizá cueste entender. La creación espacial, a la altura del montaje, limpio y creativo, con un sugestivo juego de espejos, y perfecta resolución espacial tiene el defecto de su redundancia de las imágenes mostradas. Hay momentos de gran tensión dramática y perfecta resolución escénica en unos actores que están a la altura de las circunstancias a pesar del reto que supone reencarnar a personajes femeninos tan marcados.
Por su parte, Bramant Teatre presentó un texto escrito y dirigido por Jerónimo Cornelles que hace honor a su título, Reencuentros, y que a través de una serie de sketchs de situación todos ellos entrelazados presentan los reencuentros de antiguas parejas con un poso de amor a pesar de la distancia y el tiempo, todas ellas de amores hoy legales (homosexuales, travestis) pero tradicionalmente ‘dudosos’ para una sociedad de moral intachable aun creyéndose moderna. Actuaciones correctas y personajes bien construidos se acompañan de una idea muy original como es la filmación de primeros planos del rostro en una pantalla de fondo a la que pudieran haber sacado más partido gestual y dramático. La construcción espacial, interpretativa y resolución de conflictos hilvanados no deja de ser correcta. El único problema es una cierta cotidianeidad de acciones que esloran hacia una nostalgia a veces un tanto ñoña y sin mayor conflictividad apuntada. Hay buena dosis de humor que prende en la sala. De manera que el joven dramaturgo Cornelles va haciéndose un espacio en el teatro que retrata la sociedad contemporánea.
Por último, y como plato fuerte del día, en el recién inaugurado Teatro Calderón tuvo lugar la representación del último montaje de Comediants El gran secreto, firmada por el alma mater de la compañía Joan Font y por el joven dramaturgo Albert Espinosa. Bajo la excusa de una cuarta pared de la caja escénica por esta vez tabicada y bien visible, un joven autor presente en la sala comenzará a conjurar ese mundo en una ceremonia de iniciación histórica al teatro que arranca desde los primates, los primeros homínidos, hará calas en el momento fundacional la Grecia antigua, continuará con la Comedia dell’Arte italiana, la comedia de capa y espada y amor romántico en forma de sespiriana tragedia de amantes de Verona y culminará en un tiempo presente de psicodelias multidisciplinares varias. Aun a pesar de su simplicidad histórica, tiene en su haber la sencillez y coherencia de una propuesta metateatral que actúan como divertimento y hace pasar una muy grata velada a los espectadores. El mundo onírico de Comediants está representado en forma de máscaras, títeres inflables, fuego y ensoñación continua. Destaca la creación de un espacio desnudo mutable de alta capacidad de sugerencia y operatividad absoluta. Sorprende que, después de tanto años en la ola, esta compañía de recorrido internacional siga cautivando con una frescura que no ha perdido. Un espectáculo desde luego chisposo por su mutabilidad, creativo por su capacidad de generar ambientes y mundos diversos, y que hará las delicias del público allá por donde pase.

jueves, 7 de junio de 2007

BARBARIE ARQUITECTÓNICA DE NUESTRO TIEMPO

José Joaquín Parra Bañón, Bárbara arquitectura bárbara, virgen y mártir. Colegio Oficial de Arquitectos de Cádiz, 2007.
Sugerente, nada común y repleto de relaciones tentaculares con todas las artes es este tratado de arquitectura que toma como lugar medular a Santa Bárbara, consumadora mitológica, entre otras, de la arquitectura (su viva metáfora, y por tanto, patrona), de la pintura (figura representada en lienzo) y de la escritura (personaje literario), administradora de la luz y de los interiores. Así nos lo hacen saber todos esos trípticos pictóricos que la representaron con la torre erecta a lo largo de la historia para testimonio del paso del caos al orden humano en la naturaleza. Es por ello que inicialmente, tras declarar la obligación de la iglesia de hacerla santa, se pregunte Parra Bañón, siquiera retóricamente, si la arquitectura se alimenta “del cadáver de una santa sin reliquias” (p. 13). Todo lo que venga después será su intento de respuesta. Pero Santa Bárbara, después de tantos siglos de representación pictórica soportando el orden de la naturaleza humana, la santidad religiosa con su martirio, el mito literario, nos sirve para explicar esta suerte de martirologio moderno que es a la postre la arquitectura obscena contemporánea y de la que España es soberana representante. Y como arquitectura corporal que es, constituye en sí todo un edificio, que no es otro sino el de su cuerpo desmembrado: “una torre izada en medio de ninguna parte” (p. 14). Una de las piedras angulares de la arquitectura, al igual que el caracol, con la casa siempre a cuestas, puro ermitaño pero que obliga a convocarla en el debate zafio de la arquitectura de nuestro tiempo. Una plurisignificatividad de la Santa, apropiada por los más diversos poderes de la historia, en especial el omnipresente religioso, para sacarle lustre, y que sigue explicando un tiempo con otra clase de martirios y penalidades, tótem por tanto sagrado y laico, escurridizo pero que sigue señalando las transformaciones humanas en el marco de la naturaleza como quizá ninguna otra figura mitológica, tal cual alumbra en el preámbulo de su ensayo Parra Bañón: “Santa Bárbara es la última esperanza en la batalla sin cuartel contra el fascismo y el mercado negro de la arquitectura depredadora” (p. 16).
Para clarificar todo este embrollo, comienza a desmadejar el origen lingüístico y el sentido etimológico del término ‘bárbaro’ (bàrbaroi) en la Grecia antigua cuando así comenzaron a ser llamados quienes procedían de tierras lejanas, ignorantes del idioma de la Hélade y por tanto imposibilitados para la comunicación: bárbaros eran quienes balbuceaban de modo incomprensible, pura onomatopeya compuesta por «bár-, bar» para aludir a esos extranjeros, a igual que los «barbarus» romanos al referirse a quienes acosaban los límites del imperio (por tanto se pasa de la mera apelación nominativa a la causa bélica de un imperio a otro): alusión a quien está más allá del límite. En ese sentido, la arquitectura no deja de ser —contra lo natural (no hay arquitectura vernácula en la historia)— bárbara, extranjera, puro artificio: resultado de una imposición, de una cultura estrictamente colonizadora. Es por eso que Parra asimila la arquitectura a la “manipulación, metamorfosis, transformación, desplazamiento, transporte. Es insatisfacción, insuficiencia, inadecuación, trasgresión, transfiguración” (p. 19). La barbarie de la arquitectura reside precisamente en su condición de foránea y artificiosa, violenta e invasiva, colonizadora y depredadora, transformadora y agresiva, por su carácter interventor y destructivo de un estadio (natural) previo bien que su motor sea la mejora y superación de lo habido; pero también dice ser bárbara por su afán (originario griego) de poner de manifiesto las diferencias, llamar la atención y no pasar desapercibida bajo ningún concepto, reclamar con su gesticulación un lugar en el mundo. En otro lugar, aborda la poliorcética y la concepción destructora de la arquitectura al dispersar lo agrupado y alterar el orden existente para imponer otro nuevo a priori mejorado.
Para el autor de este ensayo Santa Bárbara es la consumación de la carnalidad arquitectónica, lo tangible, una transformación en manos de la imaginación. Afirma que “Santa Bárbara, virgen y mártir, es la patrona de la arquitectura por el simple e iconográfico motivo de que está indisolublemente unida a una torre, vinculada a una torre genérica y alegórica que suele haber a su lado, o en sus brazos” (p. 34); pero también no deja de ser patrona de un amplísimo colectivo profesional como mineros, peritos e ingenieros de minas, canteros, cavadores de tumbas y poceros, albañiles y constructores, artilleros, artificieros, ingenieros de armamento y otros militares, bomberos, pirotécnicos y quienes manipulan el fuego, fundidores de campanas y fundadores de cañones, así como protectora contra el rayo y el aparato eléctrico de las tormentas, y contra las llamas de incendios; pero indirectamente también por haber padecido la cárcel es patrona de los presos, de los pedreros, de los perforadores de petróleo o acequias, de los fabricantes de armas, y también por su representación con un libro abierto se suele aplicar a los estudiantes, y a buena parte de los gremios y oficios.
Relata el ensayo las numerosas torturas a que fue sometida Santa Bárbara (p. 41), los motivos de su pasión. Santa Bárbara, tras la Contrarreforma (y para defenderse de Lutero) fue utilizada eclesiásticamente como propaganda y apología de los sacramentos, en especial el de la eucaristía y el de la extremaunción (p. 151). Caída en desgracia, es recuperada para el arte y en concreto la pintura como lugar natural, aunque sea la arquitectura su espacio más significativo. Si Santa Bárbara fue en parte canonizada por la sucesión de pintores que la representaron junto a las ruinas arquitectónicas (mediadora entre quienes se dedicaron a la arquitectura y quienes a la salvación de su alma, en cualquier caso como protectora de inclemencias varias), no parece que este siglo vaya a seguir la tradición, más preocupado de aspectos pragmáticos y mercantiles que de representaciones sacro-santas.
Traza Parra Bañón a lo largo de su ensayo una suerte de tentáculos inevitables y bien sutiles de nuestro tiempo con la representación mítica y metafórica de la santa objeto de estudio, por ejemplo abordando el martirio en escritores célebres y obras literarias así como correlaciona la representación de Bárbara por ejemplo con iconos de nuestro tiempo como la muñeca Barbie, símbolo clónico por excelencia de un canon corporal occidental (p. 157). La arquitectura guarda un asombroso recelo con la impenetrabilidad y virginidad cristiana al ser todo su cometido la pureza pero tiene en la arquitectura opulenta contemporánea todo su pecado. Su relación con el artificio y la robótica no deja de ser incestuosa, y muy a pesar suyo que se le imponga la santidad de su inviolabilidad y preservabilidad, su aspiración a esa suerte de virginidad es batalla perdida pues una vez estrenada mediáticamente comienza su rápido deterioro y descomposición acelerada.

LA TORRE Y EL MURO
La arquitectura es una intervención que responde a alguna insatisfacción humana mediante la transformación de la realidad con objeto de adecuarla a sus exigencias y necesidades (más que necesidad e incluso deseo, en muchas ocasiones su motor es el capricho, tal cual atestigua la historia [p. 88]). Por eso la torre es el máximo exponente simbólico de la arquitectura, al ser la unicidad e individualidad arquitectónica (reverso del pozo y oquedad del aire), construida por acumulación y superposición, es una pértiga estable con la que asomarse el hombre más allá de su horizonte y probablemente iniciada cuando el hombre pasa de cuadrúpedo a erecto (bípedo); y como la de Babel (no en vano lleva a cabo una comparativa entre la torre bárbara y la de Babel que quizá sea de las partes más interesantes del tratado—, también como ésta aquella depositaria del saber conocido), intento de superar sus límites mortales para equipararse con todo lo divino, el intento humano por antonomasia de trascendencia, de superar toda limitación gravitatoria. Sin embargo, hoy la torre es un cáncer de las grandes ciudades de nuestro tiempo, y no hay desde EEUU o los países nórdicos hasta Oriente ciudad que se precie que no compita por la altura, con macroproyectos encargados a estrellas arquitectónicas que ponen su diseño al servicio del escaparate mediático del turismo masivo, una multiplicación horizontal completamente banal de pisos que aplasta el espacio y reduce a su mínima esencia la habitabilidad (p. 205). Para culminar este aspecto, aborda terceras torres no tan conocidas pero con alto valor simbólico-religioso (arquitectura iconográfica de alto valor significativo). Y frente a las torres del pasado, en las contemporáneas se hace difícil la habitabilidad al expulsar la vida y erigirse en puro monumento de nuestra civilización: “son aposentos donde se gesta el imperio: son un torpe tótem de la mala soberbia y la avaricia; son emblemas de las corporaciones financieras, de las empresas energéticas, de los medios de propaganda ideológica, de los emporios de la administración servicios, de los bancos y de las constructoras y de los monopolios petrolíferos o de cualquier forma emergente del poder que necesite evidenciarse y lucirse y pavonearse y alardear. Antiguamente izaron sus torres los militares en sus fortalezas, los eclesiásticos en sus iglesias y los gobernadores en sus palacios para manifestarse: hoy lo hacen los empresarios.” (p. 146)
Históricamente, por su parte, los muros ha tenido una importante función separadora y sacudidora del miedo y de la invasión de los pueblos dominantes (ya fuera la Gran Muralla China, las empalizadas romanas en Europa, la actual de hormigón israelí o la metálica de EEUU en su frontera mejicana), pero escondía la voluntad territorial y patriotera, bárbara por violenta y exclusora. Al igual que Santa Bárbara, fijadores del territorio para hacer soportable la vida. Excluye al bárbaro en sus diferentes épocas ya fuera en la antigua Roma en el Afganistán de los talibanes o en cualquier lugar. La barbarie contemporánea funciona a modo de la religiosa de Santa Bárbara como amputadora y profanadora, ya fuera la casa Fallingwater de Frank Lloyd Wright ya el ejército norteamericano profanando el Museo Arqueológico de Bagdad en 2003, sustrayendo el arte autóctono a las metrópolis... una acción civilizadora que no deja de ser bárbara y destructiva en su esencia (p. 216-7).

BARBARIE Y PERIFERIA
Quizá uno de los mayores sistemas civilizadores con que ha contado la humanidad a lo largo del tiempo, la arquitectura, es el arma más potente homogeneizador humano tal cual nos revela la arquitectura mediática de nuestro tiempo o anónima del bloque de viviendas clónico, perfecto instrumento ideologizador sin apenas ser percibido pero con una presencia incontestable en la vida humana: por eso toda civilización invasora se empeñó en no dejar huella del pueblo conquistado o erigir un nuevo orden apropiándose simbólicamente de sus espacios sagrados para un uso renovado de acuerdo con la nueva imposición (p. 217-8). Hoy, habitamos una arquitectura repetitiva de la globalización, con arquitectos que forman los mismos puentes, las mismas formas escultóricas de sus moles de edificios, las mismas torres... El mercado ha transformado el solar en valor de mercancía rentabilizado por la arquitectura clónica de nuestro tiempo. Para ello, se pudiera decir como insinúa que a la arquitectura contemporánea no le interesan las variantes ni las diferencias sino el modelo único, la reiteración por todo modelo, pues hace tanto que renunció a su vocación humanista para decantarse por el orden de la especulación y el enriquecimiento económico: se ha erigido en incontestable orden totalitario de nuestros días (p. 221).
La arquitectura, transformadora ya no de la naturaleza como antaño sino de la naturaleza transformada, interviene restaurando quirúrgicamente, reciclando y reutilizando, por lo que se erige en la nueva naturaleza del hombre que pretende pasar por natural ante la pérdida de su estadio original anterior: «la naturaleza se ha desnaturalizado»; ha sido «arquitecturada» dice Bañón (p. 247). Para su redención del pecado, el ser humano ha debido construir artificialmente el jardín botánico y zoológico, el parque natural o la reserva, el acuario y toda esa clase de artificios con los que sueña su origen natural arrumbado definitivamente en el sueño de un ecologismo que le redimirá mientras tanto. El museo, pervirtiendo los principios básicos de la conservación patrimonial de la civilización, no es más que el intento de preservar un orden virginal cercano al paraíso, del mismo modo que santa Bárbara, ofreciéndose como perfecto ejemplo expositor de esa arquitectura virginal e inhumana. Ni la selva ni el glaciar resultan inmaculados sino sueños de una naturaliza virgen hace tanto profanada pero con la esperanza de su vuelta a través del orden arquitectónico presente que hace lo imposible posible.
Plantea Parra Bañón (141 y ss.) que la arquitectura «bárbara» es la que tiene dificultad en la construcción de su lenguaje, muestra impericia en su empleo, es balbuciente, inexpresiva, sucedánea, ronca o inmadura por floja, obediente, sumisa y afásica, pero también está la embrionaria por seminal y la lúdica por generarse en forma de juegos (desmontable), la efímera y la disléxica, al tiempo que la que llama estridente y no ahorra improperios por su ensimismamiento consciente, esto es, por servir a gran parte de la arquitectura turística y financiera que hace de reclamo en nuestras grandes ciudades, una arquitectura que llama «litoral y de supermercado» (p. 142), pero también menciona otra arquitectura farfullante, cacareadora, berreante y embrollada. Ahí están las estrellas de la arquitectura reciente para confirmarlo, sean Gehry deconstruyendo el espacio para generar reclamos puramente formales, Calatrava forzando el modernismo gaudiano para elevarlo a su máxima potencia sin mayor significatividad, Foster o Nouvel grandilocuentes. Frente a todo ello, en su polo opuesto y descuidada por los focos mediáticos ajenos a su fealdad, está la arquitectura de la periferia del sistema y de las grandes urbes, una verdadera alternativa a lo instituido (salvadora) en nuestro mundo contemporáneo; ofrece Parra en clave simbólica una bien clarificadora percepción de la torre de babel e imagen bárbara de nuestro tiempo, ajena a la barbarie de la codicia mercantil, mediática, global, rentable y especulativa: una arquitectura hecha de la diversidad, de la humildad de los desposeídos, de los bárbaros (p. 218-9), ya sea en Bombay, en El Cairo, en Lagos, Shangai, Sao Paulo o cualquiera de nuestras grandes ciudades donde arraigan poblados de desarraigados no sometidos a ningún orden imperante. Ahí entrevé que surgirá el faro y la nueva torre de la civilización futura, ajena a las grandes estrellas mediáticas que firman grandilocuentes, erráticos, balbucientes, confusos, frívolos, especulativos, derrochadores, violentos, colonizadores, depredadores, inhóspitos, amnésicos arquitectos de nuestro tiempo sembrando la barbarie en el suelo del planeta. La barbarie arquitectónica se detecta antes en la arquitectura culta y academicista que no en la popular. Toda arquitectura que se quiera tal siempre desplaza a la anterior y por tanto su grado de barbarie fluctúa en arreglo al afán de imponer su nuevo lenguaje, por lo que la arquitectura moderna y contemporánea lo es en grado alto y la de los últimos decenios en grado absoluto por su capacidad de estridencia y altisonancia. La arquitectura actual mediática tiene aversión al silencio, resulta estrepitosa, turística, planetaria, imperialista e incluso vengativa, producto de un mesianismo elitista con voluntad salvadora de la masa desorientada. La obscenidad reside precisamente en generar signicidad exhibicionista fuera de lugar inoportunamente. De ahí que tenga capacidad invasiva y aniquiladora la arquitectura desde el inicio de los tiempos, y halla generado un sistema de defensa semejante a la religión.
Es por eso que en un momento determinado su autor remate que “santa Bárbara es una fantasía útil para la arquitectura. Su abandono es la renuncia a una posibilidad lingüística de la arquitectura: a un verbo y a una figura tal vez necesarias para combatir la apatía, la anorexia, la dejadez, la flaccidez, la imbecilidad, la incuria, la Leticia boba y la acedía de la que están viciadas no pocas de las últimas arquitecturas. Repudiarla es despreciar un utensilio, un arma quirúrgica para manipular la realidad y cambiarle la apariencia. Renunciar a ella es prescindir de cierta posibilidad literaria, de la alguna capacidad metafórica de la arquitectura. La renuncia a lo que ella significa, a lo que simboliza, a lo que contiene, es, al fin y al cabo, la renuncia a la poética.” (253)

CONCLUSIÓN
Bañón Parra lleva a cabo no sólo una etimología y reconstrucción del mito ecuménico de santa Bárbara y su traspaso a la sociedad civil de todos los tiempos cuanto una cartografía de la arquitectura en la piel obscena de nuestro tiempo bajo el falsete metafórico de la santa cristiana rebautizada para nuestra sociedad civil contemporánea descreída y con falsos ídolos de pies de barro que evidencia, por momentos, su pronto derrumbe, para cuando la periferia sea clamor. Todo ello adobado con una inestimable colección de imágenes históricas de la santa estudiada (pinturas, dibujos y grabados, fotografías y demás trabajos artísticos relacionados con lo dilucidado), a más de la sapiencia literaria que despliega al moverse por la mitología que envuelve a la santa. Singular ensayo que levanta la piel arquitectónica de nuestro tiempo con inquietantes conexiones etimológico-lingüísticas poco comunes en un arquitecto al demostrar la correlación no inocente entre conceptos y realidades manejadas. Lástima de las erratas y faltas ocasionales de ortografía que pululan por el manual que de lo contrario lo convertirían en una verdadera joya.
Hay mucha ironía descreída, escéptica, en su forma de ejercer la crítica a la arquitectura y a los arquitectos contemporáneos, capaces de erigir templos de su ensimismamiento. Por ejemplo en la correlación entre arquitectura y virginidad o redención. Un final de tratado plagado de pistas descreídas para leer urbanísticamente nuestro tiempo y sus herejías cuantiosas, realmente jugoso para la exégesis arquitectónica de un tiempo de barbarie como el presente. El punto final lo pone, como no podía ser de otra manera una «Última plegaria» realista pero bien escéptica con la definitiva muerte de la honestidad arquitectónica que se lleva produciendo desde hace décadas, pues dichoso aquel que sea capaz de interpretar lo funesto de unos signos que nos llevarán irremisiblemente, como ángel del tiempo, a la «desolación absoluta» o el «inmundo comercio con la nada» (255), justo antes de que las ideas que generaron el sentido de la existencia se extingan. Grave dilema al que la modernidad nos transporta irremediablemente en viaje de ida sin retorno.
Escritura de altos vuelos literario-ensayísticos, fragmentaria y elíptica, sugerente más que discente, interrupta pero conectiva, toda una provocación en el sistema arquitectónico contemporáneo, difícil de atribuir a un arquitecto y profesor universitario en ejercicio, las más de las veces preclaros representantes de la bonhomía y los resortes sociales de lo instituido. Un tratado que mereciera el favor de su amplia divulgación por los delicados derroteros que transita y las ligazones sutiles que genera entre la sacralidad y un sinfín de sugerencias que lleva pegadas históricamente y que emergen en forma de signo central de nuestro tiempo.