lunes, 18 de junio de 2007

XVII MOSTRA DE TEATRE D’ALCOI (II)

La tercera jornada de la Mostra de Teatre d’Alcoi, viernes 15, congregó el estreno de —entre otras— L’infern de Marta producida por la compañía local La Dependent. Una obra firmada por el dramaturgo valenciano Pasqual Alapont que pretende abordar el asunto de los malos tratos entre parejas a través de una joven relación entre dos estudiantes, y cuya perspectiva es la idealización femenina del enamorado quedando atrapada en una red de sentimientos de los que no logra escapar. Puesta en escena efectista, práctica y resolutiva, en una interpretación correcta con actores ajenos a esta histórica compañía alcoyana, y dirección correcta pero discreta de esa gran directora que es Gemma Miralles. El autor del texto sigue descendiendo por esa vertiente elegida personalmente (sin necesidad alguna después de firmar otros clarividentes) de entrega a un teatro facilón, adolescente y consumista, con buenas dosis de sentimentalidad tópica para abordar un problema tan profundo en nuestras sociedades contemporáneas como es el de los malos tratos domésticos, quizá porque la simbiosis entre compañía y escritura le resulte ventajoso económicamente pero desde luego sin mayores pretensiones que las de llenar patios de butacas de estudiantes aborregados. No se puede negar la profesionalidad de una puesta en escena con ciertas dosis de buena armazón estructural y una también audaz composición estructural del texto, pero desde luego la ligereza de una comedia que acaba en tragedia, precisamente por su actualidad temática, no reporta más que superficial barniz social a una de las problemáticas de mayor preocupación en estos tiempos de violencias domésticas escondidas en las vidas cotidianas.
Por su parte, Ornitorincs pone en escena Mala ratxa. Glengarry Glenross de David Mamet, la sátira sobre el negocio inmobiliario que firmara en 1983 —por la que consiguiera el Pulitzer— y que tanto tiene en común con El Método Grömholm de nuestro Jordi Galcerán. En el escenario un duelo interpretativo de emblemáticos actores valenciano, el aliciente de ser dirigida por el actor Carles Sanjaime, y la propuesta de unos de los grandes de la dramaturgia contemporánea con un asunto de vital importancia y vigencia en nuestra sociedad: el ramplón mundo de los negocios y la inhumanidad condensada en personajes convertidos en villanos con tal de cumplir objetivos laborales, víctimas del sistema capitalista. Una propuesta espacial de Javier Quintanilla que, sin ser deslumbrante, es correcta, y a la que no se le saca todo el partido que debiera, una dirección actoral de Sanjaime también correcta pero excesivamente plana, sin sacar todo el partido que debiera a tan destacado elenco actoral, y que no acaba de entender la importancia impulsiva y rítmica de los ágiles diálogos del dramaturgo norteamericano. Así, vemos a un estupendo Pep Ricart muy metido en su papel con aspavientos y gestos que desvelan mucho más que sus parlamentos, a un Miguel Ángel Romo desarmado y disminuido de recursos en la tarea de construir a un jefe de oficina, a un Sanjaime interpretando a un vendedor muy seguro de sí mismo correcto, o a una Galotto también correcto, pero a una María Poquet actuando como policía en busca de pesquisas desarmada actoralmente sin estar a la altura de las circunstancias; cada quien componiéndoselas como puede sin unidad interpretativa. Sanjaime no saca todo el partido que debiera al espacio escénico y mantiene situaciones excesivamente estáticas sin resolución alguna. En cualquier caso, no deja de ser una gozada en los tiempos que corren ver sobre el escenario una obra de este cariz por su vigencia, y reconforta la sutilidad de los diálogos mametianos en una versión valencianizada que uno no tiene claro del todo su eficacia al confundir al espectador con terminología no asequible mientras en otras ocasiones sí se hace local la historia con ejemplos de la ramplona especulación urbanística de nuestra costa. Un montaje con claroscuros pero que no deja de mostrar la singular apuesta de esta joven compañía.
Por su parte, Germinal Producciones apuesta por la obra de Joe Penhall Unes veus. Una propuesta de la que cabe destacar sin duda una cuidadísima puesta en escena a partir de un espacio escénico desnudo con apenas utensilios a los que sacan un gran partido dramatúrgico, la proyección sobre fondo de paisajes creando ambientes interiores y exteriores excelentes, una luminotecnia precisa y un espacio escénico sobresaliente en suma. La interpretación actoral y dirección de actores por parte de Marta Angelat es excelente. Sin embargo el texto resulta demasiado hinchado y demorado para una trama ágil y con perfecto ritmo pero que llega a cansar al espectador. La historia de cinco personajes con sus problemas cotidianos y sombras, con el trasfondo de la enfermedad mental como abismo al que nuestras sociedades están abocadas es un tanto confusa por la cantidad de ingredientes que condensan sin acabar el espectador de obtener un objetivo preciso. En cualquier caso, una factura de desmedida profesionalidad escénica y clara vigencia.
El broche de la noche lo puso Xavi Mira en la Plaça de Dins con un musical titulado Tupperware d’amor. Acompañado de músicos, el actor alcoyano se arranca con la más desconocida de sus facetas como cantante de clásicos americanos y temas jazzísticos que sorprendieron al público por la alta cualidad de su voz en una muy grata velada. Jugaba en casa y triunfó.

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