jueves, 21 de junio de 2007

El universo está en la noche

El universo está en la noche de Juan Carlos Mestre. Madrid: Editorial Casariego, 2006.
Juan Carlos Mestre es uno de los poetas más destacados del actual panorama poético español, bien que el club selecto de la oficialidad lírica le haya denegado el pan y la sal por no cantar al son que toca, como ocurre con un grupo de autores de muy diferentes tendencias, en realidad cuantas voces resultan fundamentales para (entender) nuestro tiempo. El caso de Juan Carlos Mestre es el de una poesía órfica y épica que hunde sus raíces en la tradición al tiempo que renueva formalmente el lenguaje.
El universo está en la noche es una cuidadísima y esmerada edición en la que Mestre versiona los mitos de la cosmogonía indígena precolombina azteca y maya engarzada certeramente dentro de una fidedigna reproducción de destacados códices de este pueblo indígena, trazando una dialéctica singular en el actual panorama poético (entre el pasado precolombino y su escritura presente). Culmina el proceso poético con unos acertados comentarios de Miguel Ángel Muñoz Sanjuán, editor literario del libro, para el lector curioso que quiera abundar en esa rica cosmogonía antigua y sacarle mayor partido al poema. Sin traicionar la vasta mitología precolombina, Mestre es fiel a su mundo onírico y surreal al que le aporta una mirada personal en una simbiosis más que cargada de aliento lírico, tanto en las metáforas que condensan aquel mundo desaparecido, en los periodos oracionales yuxtapuestos, en las reiteraciones como en una representación lírica de los elementos cosmogónicos. Reutiliza toda esa vastedad intertextual como flores, maíz, águilas, jade, jaguar... para uso propio sin desvirtuar el sentido originario; y ni que decir tiene que genera verdaderas joyas compositivas basadas en los cantos náhualts y mayas como el de la página 35 (“sólo vinimos a dormitar...”), el de la página 60 (“Los que pasamos frío...”), el de página 63 (“Sino bebía corazones...”) o el de la 126 (“Aunque fuera piedra preciosa”) por poner unos ejemplos. Mestre compone intrépidas imágenes surreales de nuestro tiempo pero con el aliciente de quedar adscritas al mundo originario del que surgen, reproduce (es decir, vuelve a componer) con tino certero el aliento poético elegíaco de la poesía náhualt en un ejercicio que se nos antoja singular en este presente del todo vale. Además, adobado con su particular visión plástica en la que el ojo lector engaza el poema.
Desde luego Mestre recupera algo tan necesario en el senil panorama poético presente como es el gusto por la poesía y el cantar frente a un contar bastardo cotidiano (bien que éste —frecuentemente— lo transforme en el otro de acuerdo con su cosmogonía originaria). Una poesía que recupera el sentido fundacional de la creación, muy necesaria para reubicarse en el actual y putrefacto panorama poético español precisamente porque se hace necesaria una refundación que deje las cosas en su sitio. Por eso los siguientes versos no dejan de aportar significatividad añadida en el momento en que es publicada esta joya poética: “Cuando dejas de cantar el pájaro burlón, el abismo es el destino de todos los que mueren” (26), perfecta concepción del canto náhualt de las culturas antiguas anteriores a Colón, pero acaso más necesaria que nunca en tiempos de bastardeo y sustitución del contar por el cantar en los más diversos discursos de nuestra realidad contemporánea, incluido y sobre todo el poético. O como en otro verso dice el poeta: “Soy el cantor, vengo de la casa de las delicadas mariposas. / [...] Sólo venimos a llenar un oficio en la tierra, oh amigos, / también yo he de irme cuando las flores mueran.” (41). A ver si se enteran capitostes poéticos actuales que eso lo cantó un poeta anterior a la llegada del hombre blanco a América pero sobre todo lo vuelve a cantar Mestre, en este presente de nuestro tiempo de palabras casquívanas y prescindibles, un poeta tembloroso que ya no (afortunadamente) emociona sino conmociona (como debe ser). Es pues que esta edición lujosa (por lujo material y por excepcional en nuestro panorama poético, al integrar imagen y palabra como pocas) está destinada a una función destacada para quien involucrado en las lides poéticas actuales deje de mirar para otro lado. Una joya para leer pausadamente y saborear como bien merece. Una placer inmenso, pues, lleno de sensualidad, sabiduría y recreación poético-histórica que irrumpe en éste nuestro tiempo para obligarnos a re-pensar el hecho poético.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aunque suelo ser de esos desagradecidos que leen pero no comentan, me gustaría felicitarte por tu blog, que acabo de descubrir a partir del blog "La singladura de los once" (once.blogsome.com). Y, ya de paso, pedirte que no lo abandones. No es que no merezcas unas vacaciones, claro ;) .
Un saludo.